domingo, 21 de febrero de 2010

Borges y la memoria



“Lo recuerdo (yo no tengo derecho a pronunciar ese verbo sagrado…”)
Jorge Luis Borges


A principios de febrero, se difundió la noticia de que el equipo de investigación que dirige el físico argentino Rodrigo Quian Quiroga para la Universidad de Leicester, siguiendo el camino que iniciara Francis Crick, uno de los descubridores de la estructura del ADN, y convencido de que sólo algunas neuronas, de entre los miles de millones que componen el cerebro humano, son responsables de la conciencia, acababa de descubrir que la actividad o el silencio de una única neurona indica el reconocimiento consciente.
La noticia se propagó por el mundo científico y no científico.
Algunos diarios argentinos la publicaron con títulos tales como “El científico argentino que recurrió a Borges”, o “Borges se anticipó medio siglo a las neurociencias”
Por cierto, Borges escribió “Funes el memorioso” hace casi setenta años, y Rodrigo Quian Quiroga declaró no sólo haberlo leído con fascinación desde muy joven, sino haber recurrido incluso a la biblioteca privada del escritor para bucear más profundamente en sus investigaciones e intuiciones.
Dijo que ciertos pacientes con autismo, al igual que Funes, son abrumados por los detalles a causa de una imposibilidad para crear abstracciones y que la metáfora de Funes describió problemas de distorsión de la capacidad de memoria cuando todavía no había caminos transitados por la neurociencia.

Sabemos que no es la primera vez que algo así sucede, los textos de Julio Verne, Franz Kafka o Marcel Proust, entre otros, presentaron universos ficcionales muy similares a realidades sociales y científicas posteriores. Y era de esperar, ya nos había hablado Aristóteles, en su Poética, del "valor cognoscitivo" de las metáforas por analogía.

*Que la literatura copie a la ciencia ya es suficientemente pasmoso, que la ciencia copie a la literatura, es inconcebible*

Transcribimos un fragmento de "Funes el memorioso" y los invitamos a leer (o releer) éste y otros cuentos de Ficciones durante el mes de marzo en el Círculo Médico de Lomas de Zamora.

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Había aprendido sin esfuerzo el inglés, el francés, el portugués, el latín. Sospecho, sin embargo, que no era muy capaz de pensar. Pensar es olvidar diferencias, es generalizar, abstraer. En el abarrotado mundo de Funes no había sino detalles, casi inmediatos. (…) Nosotros, de un vistazo, percibimos tres copas en una mesa; Funes, todos los vástagos y racimos y frutos que comprende una parra. Sabía las formas de las nubes australes del amanecer del treinta de abril de mil ochocientos ochenta y dos y podía compararlas en el recuerdo con las vetas de un libro en pasta española que sólo había mirado una vez y con las líneas de la espuma que un remo levantó en el Río Negro la víspera de la acción del Quebracho. Esos recuerdos no eran simples; cada imagen visual estaba ligada a sensaciones musculares, térmicas, etc. Podía reconstruir todos los sueños, todos los entresueños. Dos o tres veces había reconstruido un día entero; no había dudado nunca, pero cada reconstrucción había requerido un día entero. Me dijo: más recuerdos tengo yo solo que los que habrán tenido todos los hombres desde que el mundo es mundo. Y también: mis sueños son como la vigilia de ustedes. Y también, hacia el alba: mi memoria, señor, es como vaciadero de basuras. Una circunferencia en un pizarrón, un triángulo rectángulo, un rombo, son formas que podemos intuir plenamente; lo mismo le pasaba a Ireneo con las aborrascadas crines de un potro, con una punta de ganado en una cuchilla, con el fuego cambiante y con la innumerable ceniza, con las muchas caras de un muerto en un largo velorio. No sé cuántas estrellas veía en el cielo.
Esas cosas me dijo; ni entonces ni después las he puesto en duda. En aquel tiempo no había cinematógrafos ni fonógrafos; es, sin embargo, inverosímil y hasta increíble que nadie hiciera un experimento con Funes. Lo cierto es que vivimos postergando todo lo postergable; tal vez todos sabemos profundamente que somos in-mortales y que tarde o temprano, todo hombre hará todas las cosas y sabrá todo.


Jorge Luis Borges

“Funes el memorioso” (fragmento), en “Artificios”, Ficciones, Buenos Aires, Sur, 1944